Época: Helenismo en Roma
Inicio: Año 150 A. C.
Fin: Año 100 D.C.

Antecedente:
El Helenismo irrumpe en Roma

(C) Miguel Angel Elvira



Comentario

Corno punto de partida de esta nueva tendencia, sin duda habría que colocar un gran grupo que representa el Suplicio de Dirce; esta obra, de hacia 130 a. C., fue la más apreciada en la antigüedad de cuantas realizaron Apolonio y Taurisco de Tralles, dos escultores formados por Menécrates de Rodas -acaso uno de los que firmaron en el Altar de Pérgamo-, y pertenecientes por tanto a la escuela de dicha isla. Conocemos el grupo a través de esa versión tardía y terriblemente restaurada que es el Toro Farnesio del Museo de Nápoles. Pese a sus infidelidades y añadidos, podemos sentir a través de esta obra la aportación básica del original: se trata de un grupo dinámico, perfectamente tridimensional, y asentado en una base paisajística. Apolonio y Taurisco lograron un indudable efecto expresivo, y ello a pesar de partir de elementos tan diversos como el realismo de los animales, las actitudes rígidas de los jóvenes, y esa compleja torsión en espiral de la figura de Dirce, verdadera síntesis del drama.
No es extraño que este tipo de plástica, con su efecto universal e inmediato, recibiese cálida aceptación entre el público de Roma. En torno al año 100 a. C., será otro escultor asiático, Agasías de Efeso, quien realice una obra decorativa de tensión semejante, pero mucho más sencilla: es el famoso Gladiador Borghese del Louvre, un verdadero juego de rectas y ángulos poblado por una musculatura de inverosímil minucia y una actitud abierta hacia el infinito.

Después, se suceden las grandes obras: son, por ejemplo, el Púgil de las Termas y el llamado Príncipe Helenístico del mismo museo: acaso ambos bronces formasen grupo, y sean el resto de un monumento en el que Sila, nuevo Pólux, aparecería junto al mítico boxeador Amico, aludiendo así a su victoria sobre Mitrídates. Más tarde, a mediados del siglo I a. C., sale a nuestro encuentro esa obra impresionante que es el Torso del Belvedere. Nada sabemos de su autor, Apolonio, hijo de Néstor, ateniense, y se discute la identidad del personaje representado, pero lo cierto es que la fuerza de su musculatura, con trazos amplios en las piernas y apretadamente tensa en el torso, es suficiente, pese a la ausencia de cabeza y de miembros, para arrancar una tensión titánica al mármol.

Y llegamos así, finalmente, a las dos obras más problemáticas del Helenismo: el soberbio grupo del Laocoonte, considerado por Plinio "la mejor de todas las obras tanto de pintura corno de escultura" (NH, XXXVI, 37), y el conjunto que adornaba la cueva-triclinio de la villa de Sperlonga. Se trata en ambos casos de obras rodias de carácter decorativo, como el Castigo de Dirce: en la primera, el sacerdote troyano se debate, con todos los músculos en tensión, por liberarse y liberar a sus dos hijos de las serpientes enviadas por Apolo; en la segunda, se distinguen cuatro escenas distintas, compuestas por otros tantos grupos: dos de ellas recuerdan la Guerra de Troya -el robo del Paladio por Diomedes y Ulises, y una versión del grupo de Pasquino, acaso modificada para mostrar a Ulises con el cuerpo de Aquiles-, y las otras dos, las mayores y mejor conservadas, escenifican dos pasajes de la Odisea: una muestra a Polifemo cegado por Ulises y sus compañeros -un tema que tuvo éxito, pues existe un grupo semejante en Efeso-, y la otra describe cómo una de las naves de Ulises fue apresada por la monstruosa Escila. Estos cuatro grupos constituían el culto decorado, entre rocas y agua, de la lujosa cueva. Tanto los grupos de Sperlonga como el Laocoonte fueron realizados por los mismos autores, cuya firma aparece en el grupo de Escila: "Atanodoro hijo de Hagesandro, Hagesandro hijo de Peonio, Polidoro hijo de Polidoro, rodios, hicieron"; y emplearon para ello piedra local rodia y mármol griego; sólo un fragmento del Laocoonte es de mármol italiano de Carrara.

No hay espacio aquí para plantear y discutir los complejos problemas que sacuden hoy a la crítica a la hora de fechar las obras, fijar su grado de originalidad y buscar posibles prototipos. Se trata de uno de los casos más desesperantes para el estudioso del arte griego. Sin embargo, parece que va imponiéndose, al menos mayoritariamente, la idea de que nos encontramos en todos los casos con obras fechables en la primera mitad del siglo I d. C., pero no originales por completo: se trataría siempre de adaptaciones de esculturas más antiguas: el grupo de Pasquino tomaría por modelo, como es obvio, el original de la Primera Escuela Pergaménica, y todos los demás grupos, incluido el Laocoonte, se basarían en composiciones rodias fechables en el siglo II o principios del I a. C.; es incluso muy probable, dada la cantidad de puntales que refuerzan los grupos de Sperlonga, que puedan postularse unos originales de bronce, sin duda instalados en alguna cueva natural de Rodas.